BARRO por Victoria Mora

Barro

de Victoria Mora

 

           Hoy es el primer día de clase en su escuela nueva. La mamá la prepara para eso. Viven en el fondo del terreno de sus abuelos, en una casita que construyeron su papá y su tío: cocina, pieza y baño en un tamaño que les alcanza apenas para vivir.

            Ni bien su mamá la despierta se da cuenta de que está lloviendo, todavía dormida piensa cómo va a llegar a la escuela sin embarrarse. Su mamá la viste, le pone la camisa, el jumper, las medias, el sweater y la corbata. Ella piensa cómo va a hacer con la calle embarrada pero no dice nada. Sabe que sus papás contrataron un micro escolar que la va a llevar a la escuela porque ellos viven lejos.  El problema es la larga calle de barro sin vereda que hay que caminar de su casa a la esquina asfaltada por donde el micro la va a buscar cuando todavía no salió el sol y encima llueve.

            Toma la leche tibia con chocolate, ve el líquido marrón viajar por la bombilla que rodea el vaso hasta llegar a su boca y se acuerda de su madrina. Ella le regaló ese vaso que nunca había visto antes. Su madrina es amiga de las monjas, por eso ella pudo rendir el examen para entrar a la escuela. El lugar se le hizo enorme desde el principio, un edificio grande en el medio de un campo difícil de medir sólo con la mirada. El examen lo hizo bien pero la directora le dio miedo, una monja vieja que no sonrió ni una vez mientras ella y las otras chicas hacían la prueba sin emitir sonido. No se parecía en nada a la directora del jardín donde había ido ella ni siquiera le decía “Señora” o “Directora”, le decía Marta. Sin embargo se esforzó, de ninguna manera podía fallarles a su madrina y a su mamá. La madrina la premió con dos pares de zapatos kickers guillermina: uno para la escuela, otro para salir. Zapatos de los que se sentía orgullosa.

            Termina de tomar la leche y se pone el blazer. Su mamá busca dos paraguas y le da el chiquito a ella. Le pide que se siente en la silla, le pone los zapatos nuevos y trae dos bolsitas de nylon. Ella mira sorprendida porque no se le ocurre para qué pueden servirle. Entonces su mamá le mete primero el pie derecho en una de las bolsitas y ata las manijas alrededor del tobillo, después hace lo mismo con el otro pie. Le explica que así va a llegar con los zapatos limpios y lustrados a la escuela para que se vean igual de limpios que los de sus compañeritas. Esas que ella sabe van a llegar en autos por calles de asfalto que no tienen barro.