10 PREGUNTAS A ERIC SCHIERLOH

El taller Barba de Abejas

¿Cómo fueron tus inicios como escritor? ¿A qué edad?

A los 15, leyendo de todo y escribiendo mucho intentando mimetizarme con lo que leía, sobre todo el surrealismo y los cut-up y la escritura automática y todo eso. A los 20 encontré (o creé, o una sinapsis de ambas cosas mejor) la voz con la que sigo escribiendo hoy, el lugar al que vuelvo todo el tiempo. El mamut, el libro que acaba de publicar Bajo la luna, reúne buena parte de los textos de aquellos primeros 10 años de escritura, entre 2001 a 2011. Un lento aprendizaje hubiera sido un título más justo…

¿Te inspiró alguna persona en particular?

No una en particular, aunque en retrospectiva uno sí puede reconocer el aporte y el impulso valioso de algunas personas con las que se compartieron y comparten muchas cosas: Julia, mi compañera de la vida, y nuestros hijos, mis viejos y mis hermanos, un profesor de literatura de la escuela secundaria, los amigos de los diferentes ámbitos de la vida, incluso algunos animales con los que uno pasó algún tiempo y que puede que hayan sido fundamentales a la hora de cultivar una cierta mirada. También le doy mucha importancia a los lugares: Mar de Cobo, Villaguay, Bavio, Playas Doradas, Península Valdés, el Lago Escondido, los muchos arroyos y ríos y caminos rurales; a todos esos lugares regreso yo todo el tiempo y siempre me traigo algo.

¿A qué hora del día te surgen más ideas para ponerte a escribir, en cualquier momento o existe un horario propicio para ello?

Al ser un editor artesanal paso mucho tiempo en mi taller, que es donde hago todo: desde la escritura y las traducciones hasta los dibujos y la encuadernación, así que en cualquier momento que esté allí haciendo lo que sea algo puede surgir u ocurrir, y entonces enciendo la computadora o agarro un cuaderno, interrumpo todo lo demás y me pongo a escribir, o a agregar algo a un libro ya en marcha, o simplemente creo un archivo de Word en blanco con un título y la idea estructural fragmentaria de un texto en el que seguiré trabajando luego. Puede ocurrir en cualquier momento del día y en cualquier lugar, claro, pero en general ocurre cuando estoy ahí durante las tardes de soledad mientras mis hijos están en la escuela y mi mujer trabaja. Esas suelen ser las horas más productivas en un sentido estrictamente literario, digamos.

¿En qué lugar de tu casa te gusta escribir?

El taller de Barba de Abejas se ha vuelto desde hace unos 5 años el lugar natural donde todo lo relacionado con la literatura (y hasta el arte en un sentido muy amplio) ocurre. Ahí están los cuadernos, la pc offline, los libros que siempre utilizo en algún proyecto de escritura y las distracciones momentáneas que tarde o temprano acaban formando parte de todo eso, incluidos algunos instrumentos musicales.

¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo?

Es una abigarrada habitación multiforme donde hay tres mesas, una silla, una pc y una impresora, algunas otras máquinas como una prensa y una cizalla, mucho papel y cartón y tela, cuadernos y libros y montones de discos, y cientos de fotografías y objetos con los que he ido dándole forma a mi antro de calima, como diría el viejo Issa, un lugar muy personal como la cueva de un animal hecho de herramientas, recuerdos, cosas que me resultan inspiradoras, amuletos y hasta cosas que simplemente se abren a la mirada que de improviso quiere leerlas y, como diría Melville, hacer que signifiquen algo.

¿Cómo surgió la idea de «El mamut» y en qué te basaste para escribirlo?

Entre 2001 y 2011 escribí una docena de libros de poemas; seguí escribiendo; en algún momento reuní aquellos libros en 2 volúmenes, El mamut y El Hombre-Montaña; seguí escribiendo y empecé a publicar; aquellos 2 volúmenes (unas 400 páginas) fueron reescritos, despojados de muchos textos y por fin reunidos en este libro inicial, El mamut (160 páginas). Los textos que finalmente quedaron son los textos en los que está ya esa voz que yo reconozco como la voz con la que he seguido escribiendo; son los textos-lugar a los que regreso porque en ellos está el germen de todo lo que siguió. Aún así, algunos de los textos todavía me resultan gratamente extraños, o misteriosos. Es mi cuarto libro de poemas, aunque cronológicamente es el primero.

¿Qué estás leyendo por estos días?

Siempre son varios y simultáneos: Wildwood. A Journey Through Trees de Roger Deakin (Penguin), Escritura no-creativa de Kenneth Goldsmith (Caja Negra), Rebelión en la opera de Carlos Ríos (Club Hem), Memorias de Neil Young (Malpaso) y Sobre el origen de la lengua de Jacob Grimm (Eduntref).

¿Cuáles son tus autores preferidos?

Herman Melville, Henry D. Thoreau, Juan L. Ortiz, Arnaldo Calveyra, William Burroughs, Theodore Enslin, Georges Perec, Francis Ponge, Lucio V. Mansilla, Guillermo Hudson, y muchos más.

¿Qué autores recomendarías leer?

Si bien un editor sugiere antes bien libros que autores, yo prefiero recomendar autores que libros, por lo que empezaría por cualquiera de los que integra el catálogo de Barba de Abejas. Creo que Theodore Enslin es para cualquiera un grato descubrimiento, igual que Li-Young Lee o Richard Brautigan. Entre los que aún no publico (aunque lo haré pronto), están Philip Whalen y Everett Ruess. Y en nuestra lengua recomiendo a Carlos Ríos, un escritor des-co-mu-nal en todos los sentidos de esta palabra.

¿Existe algún libro famoso que te hubiera gustado escribir?

La verdad es que no. Con poder leerlos me conformo. Aunque pienso que con los libros que traduzco puede que haya algo de querer ser coautor por un tiempo, o al menos tener una relación más cercana con ellos. Traducir es como leer desde adentro y salir para contarlo, ¿no? Esa es, justamente, la razón por la que no me dedico profesionalmente a la traducción.

¡Muchas gracias Eric por tu participación en la sección y por las respuestas!