10 PREGUNTAS A PAMELA TERLIZZI PRINA

ph: Muerde muertos

¿Cómo fueron tus comienzos en la escritura y especialmente en la poesía?

Para mí decir poesía es decir comienzo. Fue mi primer acercamiento a la escritura. Las primeras ganas de escribir. Recuerdo con precisión un poema de Julia Prilutzky Farny. Mi mamá lo tenía copiado a mano en una hoja suelta de cuaderno. Me produjo un envidia terrible que alguien pudiera hacer eso que me había hecho Julia, solamente con palabras. Hoy veo que ese “solamente” es una torpeza.

¿Te inspiró alguna persona o alguna situación en particular?

Mi maestra de lengua de séptimo grado me dijo que cuando fuera escritora, quería que le dedicara un libro. No sé si fue una inspiración propiamente dicha, pero en cada presentación de un nuevo libro, vuelvo a acordarme de ella. Para lo que seguiría después, es decir, dedicarme en serio a la literatura, ponerle encima tiempo, frustración, intentos, desesperación, morbo, felicidad, incertidumbre, para todo eso hay una sola razón: la maternidad.

¿Existe un horario propicio para ponerte a escribir o cualquier momento del día es ideal?

Si pudiera, escribiría siempre de noche, hasta la madrugada, al revés del mundo. ¿No es un poco eso la literatura? Estar metiendo hechos en una dimensión donde no los hay. Pero bueno, la verdad termina siendo que el mejor momento siempre es la urgencia. Cómo tal, ataca cuándo y dónde se le antoja.

¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo o donde generalmente sueles escribir?

Soy desvergonzadamente desordenada. En todo. Y mis escritorios no son la excepción. El de casa, el de la oficina, incluso cuando me llevo la computadora al sillón o a la mesa ratona, siempre me rodea un pequeño caos. Si pudiera usurpar un estudio ajeno, sería el de Macarena Moraña, sin dudas. Pero le pediría por favor que se quede, que lo mantenga así de perfecto; le confesaría que soy inútil para esa empresa, pero ella ya lo sabría y terminaríamos descorchando un vino.

¿Cómo surgió la idea del poemario “No cuentes pesadillas en ayunas”?

No hubo una idea previa. De hecho el libro es el resultado de un proceso de escritura compulsivo. Es un libro de duelo, de crisis, de expiación. El año pasado fue muy duro en muchos sentidos. Muchos cambios, pérdidas, tropiezos. Lo escribí prácticamente completo en uno o dos meses. Suelo decir que lo vomité, aunque suene mal. Y digo “prácticamente” porque lo que llevó más tiempo fue la corrección, el trabajo sobre los textos y el libro como sistema. En esa etapa fue muy importante Marcos Gras, el editor de Santos Locos. Siempre tuvo clara la voz del poemario, y eso fue un faro, porque yo estaba demasiado en carne viva para distinguir. En estas cosas se diferencian editores de imprenteros. El libro hubiera sido otro sin Marcos, claramente. Le estoy muy agradecida por eso. Y por militar la poesía como lo hace.

¿Qué estás leyendo actualmente?

Estoy leyendo Manual para mujeres de la limpieza, de Lucía Berlín. Es maravilloso. Creo que lo que más me conmueve es que es un bestiario de mujeres falladas. Y terminé hace pocos días la novela aún inédita de Silvina Gruppo. No exagero si digo que quien la edite será un afortunado. Es de una tremenda sutileza y exquisitez narrativa. Y tiene tantas claves de lectura como se pueda imaginar. Como en el de Berlín, me emociona el naufragio femenino, lo asfixiante que puede ser una historia pequeña tan bien contada.

¿Cuáles son tus autores preferidos y qué recomendarías leer?

Trato de mencionar autores contemporáneos porque los clásicos ya gozan de prensa de primera línea. Me encanta Ariana Harwicz, todos deberían leer La débil mental, es un libro brutal y hermoso. También hay que leer Cadáver exquisito, de Agustina Bazterrica. Es despiadado y brillante. Lo mismo con Hotaru y Shunga, de Martín Sancia Kawamichi. Doliente es un poemario bellísimo de Patricia González López. Mariana Komiseroff también es una escritora tremenda, hay que estar atentos a su próxima novela, que está por salir. Distancia de rescate, de Samantha Schweblin. La comemadre, de Roque Larraquy, es un librazo. De Martín Lasalt tienen que leer La entrada al paraíso: no da respiro. La literatura erótica de Ercole Lissardi es descomunal. Y también a Enrique Decarli, Marcelo Rubio, Acheli Panza, Paula Brecciaroli y muchos otros. Si algo me dejaron estos tres años de Siga al Conejo Blanco (el ciclo de arte que coordino junto a Agustina Bazterrica), es la prueba del talento que hay en la literatura contemporánea argentina.

¿Algún libro al que volvés cada tanto o te haya marcado para contarnos?

Prosa completa de Alejandra Pizarnik. Siempre lo tengo a mano, lleno de papelitos y anotaciones. Me recuerda que soy poeta antes que nada. Es un desbloqueador infalible. Y es oscuro y luminoso a la vez. Siempre vuelvo. Igual que a Cortázar.

Si tuvieras que elegir un personaje de ficción de algún libro para sentarte a charlar un rato, a quién elegirías?

A Bob, de Bienvenido, Bob. Es uno de mis cuentos favoritos de Onetti. Le preguntaría de todo. También le contaría anécdotas mías. Probablemente las engordaría, las haría mucho más fantásticas, para impresionarlo. Le diría que es joven y hermoso. Le pediría que salgamos de copas por los bares de Buenos Aires, que de noche, whiskey en mano, no hay edad posible para nadie.

¿Existe algún libro famoso que te hubiera gustado escribir?

Alicia en el país de las maravillas. ¿Existe alguna persona en el mundo que no desee haberlo escrito? Fue mi historia Disney favorita, y leer la novela después, fue mejor todavía. Además, cobraría aún más sentido coordinar Siga al Conejo Blanco y volver siempre a la Prosa completa de Alejandra, ¿no?

Muchas gracias Pamela por tus respuestas!!!